El dicho es falso... el cliente no siempre tiene razón. Dueños de restaurantes revelan comportamientos energúmenos de los comensales, acosos al personal o mentiras para conseguir comer sin pagar.
Tenemos la impresión nada científica, pero contrastada empíricamente, de que pagar por un producto o servicio saca lo peor de nuestro ser (nos deja sin empatía y nos llena de razones).
Ocurre en todos los campos, y por supuesto la restauración no es la excepción, y es todo un misterio su causa. ¿Por qué algunas personas van a un restaurante (templos del disfrute) con la intención de causar problemas, pasarlo mal o proporcionar un rato desagradable a los demás?
No lo sabemos. Pero estas anécdotas, reales, son ejemplos de que algunos clientes de restaurante pueden llegar a ser la peste o una pesadilla completa.
El hecho de pagar no da permiso ilimitado para hacer lo que a uno le dé la gana. Si alguna vez fuiste protagonista de alguna de estas situaciones, o una parecida, entérate: no tenías razón.
1. EXIGIR UNA MESA CUANDO EL RESTAURANTE ESTÁ CERRADO
Dos hombres llegan a un restaurante. Armados de arrogancia exigen una mesa (sin pensar que tal vez deberían haber reservado, aunque ése no fue el problema). El salonero, con la mayor educación, responde que no es posible, ya que la cocina lleva un buen rato cerrada.
Los dos hombres se enojan. En un cruce verbal dicen al jefe de sala que acaban de llegar de muy lejos y que han ido a ese restaurante directamente desde el aeropuerto. Y que patatín y patatán, amenazan con contarles a todo el mundo que ahí no han querido atenderles.
El salonero, supongo que encogido de hombros y de alma, no puede hacer nada (los cocineros ya se han ido). Cuando se lo comunica a los señores que estaban quejándose que tiene enfrente, uno argumenta que no es tan tarde, sólo son las 11:30 de la noche.
2. PRETENDER QUE TE INVITEN DESPUÉS DE PONERTE FINO
El dueño de una cadena de restaurantes se encontró con unos comensales caradura tremendos. “Se terminaban un plato y decían que no les gustaba, pero nunca lo decían apenas lo probaban. Cuando pidieron la cuenta y se les llevo dijeron que cómo me atrevía a cobrarles si no les había gustado ningún plato”.
¡Buen intento, chicos de no pagar!
Ahhh, por cierto, caben en esta epígrafe de “clientes caraduras” aquellos que piden que les inviten a cambio de escribir una publicación o hacer una referencia (influencers, foodies, medios de comunicación, personalidades, bloggers, etc) sin ser invitados de antemano por el restaurante.
3. COMPORTARTE COMO EN UN ESTADIO DURANTE LA FINAL DE LA CHAMPIONS
Una vez el Chef debió salir de su cocina y le tuvo que pedir a unos clientes que “cambiarán su actitud o abandonarán el local, ya que no paraban de cantar y gritar”. (La típica euforia alcohólica).
Probablemente, se ha tenido que echar a algún comensal “debido a que había perdido los modales por culpa del alcohol”. Pero echarle la culpa al alcohol, como dirían los Jacksons, es culpar al boogie. En estos casos, seamos francos, la educación brilla por su ausencia.
4. EL SABELOTODO
Este cliente tiene todas las respuestas incluso antes de que se hagan las preguntas. Mas que consultas al empleado de cara al público, pretende demostrar sus conocimientos y ponerlos a prueba. En cierto modo le gusta retar al trabajador para ver si sabe más que él.
Con estas personas lo más importante es saber escuchar y no entrar en debates innecesarios. Hay que dejar que la conversación fluya de forma natural y que exponga todo su conocimiento sobre el producto o servicio. Es más, se podría hasta elogiar todo lo que sabe sobre la venta y lograr empatizar con sentido del humor, invitándole a que trabaje con nosotros
5. MONTAR LAS MESAS A SU ANTOJO
A quien no le ha sucedido que se han tenido que parar los pies a clientes que pretendían cambiar mesas de lugar para juntarlas a su antojo.
¿Qué los llevaría a confundirlo con un bar de playa?
6. ACOSAR A LA SALONERA
Hay animales que, haciéndose pasar por humanos, acosan a personas del sexo por el que se sienten atraídos. Las agresiones sexuales son una lacra, absolutamente injustificable, que afecta a toda la sociedad y no sé si el hecho de que se produzcan cuando el agresor se encuentra en una posición de superioridad con respecto a la víctima las hace más repugnantes, pues supongo que sí. El caso es que la imagen de un tipo violentando a una salonera (o a un salonero), es lo mismo aunque suceda menos, se hace especialmente indigerible.
7. DORMIRSE EN LA MESA
Ha pasado varias veces con clientes extranjeros. Por culpa del cansancio de viajes y reuniones se sientan a cenar y se quedan dormidos en la mesa”.
Como dice el refrán: “Si estás agotado quédate en casa, o en la habitación del hotel, y pide una pizza.
8. RESERVAR Y NO PRESENTARSE
La cantidad de quejas que escuchamos de dueños de restaurantes nos hace pensar que esta es una actividad en alza.
Hay que ser muy irresponsable para reservar mesa en un restaurante y no presentarse sin haber avisado con algo de antelación. Se debe contemplar que hay restaurantes con capacidad para veinte personas y si se reserva una mesa de ocho, esta puede representar la mitad de la facturación de la jornada, y el propietario del restaurante pierde un montón de dinero. “Bueno”, se dirá, “por una vez no pasa nada”. Pero si alguien lo hace una vez y al día siguiente otra mesa hace lo mismo, el dueño del restaurante quedará arruinado por mera irresponsabilidad y desconsideración. Si aún y así si no le ves la importancia piensa en cómo te sentirías en el caso de que tu salario de octubre llegase con sólo la mitad de tu sueldo.
9. PEDIR EXPLICACIONES, PERO PREFERIR PELEA
Se cree que el cliente empieza a perder la razón cuando empieza a perder las formas en su queja, o cuando desde un inicio busca más un conflicto que una solución.
Una vez dos amigos tomando una cerveza cuentan que el salonero cometió un error con el pedido de ellos. Uno de ellos de fuerte carácter, recriminó el error (el cual no fue muy importante) y pidió explicaciones. Cuando el camarero se las dio, por algún motivo no le gustaron, entonces él le dice: “¿Tú crees que esa es manera de contestar?”.
10. DISCUTIR SOBRE LAS PORCIONES
Un clásico del “viveza” y del cliente insoportable es discutir sobre el tamaño de las porciones. Dentro de esta tipología existen dos perfiles: el del cliente que se queja del restaurante creativo en el que sirven poca comida y el del cliente mezquino que discute las raciones al gramo.
Un chef nos cuenta que en una ocasión un cliente le echó en cara al salonero que su churrasco no pesaba los 300 gramos que prometía el menú con una actitud muy engreída: El cocinero salió de la cocina con su romana y el churrasco daba 350 gramos. El tipo no le quedo más alternativa que pagar los cincuenta gramos extra y quedó en ridículo delante de todos los comensales del restaurante.
Sería bueno que si sabes de mas casos sobre clientes que “no tienen la razón” no cuentes. Así podríamos utilizar mas de estas “anécdotas” para una segundo Blog con este mismo tema.
Fuentes: izo.es/ elcomidista.elpais.com
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