Primero lo primero, empecemos con el significado de la Palabra Food Styling o Food Stylist:
“Es la fotografía gastronómica que sirve para “comunicar algo que has creado” con el objetivo de hacerlo “lucir tan bien como sabe”. El mayor desafío es, por supuesto, que los espectadores no pueden saborear la comida. Así que el estilista de alimentos debe saber comunicar su textura y sabor empleando solo imágenes. ¡La idea es elevar la apariencia de los platillos para que el cerebro quiera darle una mordida! A medida que se adquiera más experiencia en este arte, las fotografías comenzarán a mostrar un estilo y sello aun mejores. Esto tambien consiste en enfocarse en los colores cálidos, en presentar los platillos contra un fondo oscuro o en cualquier factor que le imprima emoción a una creación culinaria.”
Ya dadas las presentaciones hablaremos un poco de este tema que tanto atañe a las redes sociales en especial Instagram que le dio preponderancia a este arte desde sus comienzos, aunque se sabe que las primeras corrientes de food stylist se lanzaron allí por los años 70’s
Lejos de lo “cliché” que pueda explicarse trataremos de ver el “otro lado” de la fotografía de productos y del mercadeo del mismo.
En muchísimas oportunidades en nuestra empresa consultora nos hemos encontrado con la pregunta de nuestros clientes de: ¿sabes de alguien que tome fotografías que sean de mi agrado y en especial que no sean con un teléfono celular?
No entendiendo bien la pregunta, re pregunte que era exactamente lo que buscaba y en muchas ocasiones fue que necesitaban un enfoque “más profesional” y que el fotógrafo comprendiera o entendiera en primera persona que se trataba de vender con la fotografía. Parece redundante pero la mayoría de fotógrafos en comida carecen de experiencia, saturan el mercado prostituyen la profesión y decepcionan al cliente, hasta el punto de creer que invertir en imagen no vale la pena y como muchos dicen: “si sabía que me harían ese trabajo, mejor lo hacia yo con mi celular”.
Desde mi propio punto de vista creo que para fotografiar un alimento primero hay que entenderlo, o sea hay que saber todo el backstage que lleva la elaboración de cada platillo. Entender los tiempos, las temperaturas, las manos elaborándolo, el plato en la mesa y las manos del comensal disfrutándolo, no se trata de una cosa vana que con las cámaras de un Ay Fone de 148 megapíxeles se va a resolver.
Así como en todo arte se necesita inspiración y amor al proyecto y cuando comienza a hacerse solo por dinero, demos el trabajo por perdido. En esta profesión si no hay involucración no se puede comprender y por ende mucho menos hacer creíble lo que queremos vender.
También hay que comprender que hay inversiones que muchos profesionales realizan para esta tarea y seria de mucha ayuda que el cliente entienda los procesos, entienda que es una tarea que lleva tiempo y un proceso delicado, que no se puede hacer sesiones correctas en horario pico en el servicio de un restaurante abierto, ya que distraen la concentración y la capacidad del chef o cocinero para ejecutar el platillo.
En conclusión y para cerrar esta idea: “Lo mejor es asesorarse, no es lo mismo vender un carro que vender un platillo de comida y nuestra recomendación es dejar a los que saben de comida que vendan comida ya sea física o en imágenes”.
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